martes, 20 de abril de 2010



Por María Jimena Duzán
OPINIÓNDe repente valores como la honestidad, la transparencia, la lealtad, el apego a la legalidad, se convierten en tema de la campaña y vuelven a la agenda.

Cada vez que un uribista me trata de explicar por qué en un país como Colombia no se puede elegir a un presidente como Antanas Mockus, mi admiración por la ola verde aumenta de manera considerable: “Antanas Mockus no me gusta porque es un idealista”, me dijo el otro día un agradecido empresario uribista para quien la política eficaz es la pragmática, aquella que da resultados sin importar los métodos que se utilicen. “A mí no me gusta Antanas porque no es un tipo confiable”, me confesó hace poco un senador de la coalición uribista, campeón como muchos de sus copartidarios en el arte del voltearepismo, en la compra de votos y en formalizar relaciones non sanctas con la mafia paramilitar. Plumas uribistas tan veteranas y contundentes como la de Plinio Mendoza consideran que Mockus no puede llegar a ser presidente porque es un loquito que pone todos sus huevos en el campo de la educación, de la cultura ciudadana y en el del cumplimiento de la ley -¡háganme el favor, semejante atrevimiento!-, en lugar de ponerlos en la cesta de la guerra contra el terrorismo de las Farc que es lo que toca.

Solo falta que Juan Manuel Santos salga a decir que Mockus es un imbécil porque este no encaja en su definición de lo que debe ser un político en Colombia -”es de imbéciles no cambiar cuando las circunstancias, cambian” fue la frase que sacó del birrete para justificar su laxitud en materia de convicciones políticas-, y lo acuse de ser un coherente irredento o de ser demasiado honesto consigo mismo para cerrar la cuadratura del círculo y convertir la ola verde en todo un tsunami político que podría arrasar con todo el uribismo. Pero no solo el fenómeno Mockus se le ha vuelto inmanejable a la coalición uribista. Tiene a los encuestadores locos al punto de que una firma mandó a repetir la encuesta al ver que Mockus salía punteando y al Polo sudando peto. El otro día oí decir a la vicepresidenta de ese partido, la doctora Clara López Obregón, miembro de una de las familias más representantivas del establecimiento político bogotano, que Antanas Mockus pertenecía a las élites y que no tenía ninguna base popular. Evidentemente Mockus no es un fenómeno en los estratos 1 y 2, pero me atrevería a decir que en esas esferas la doctora López Obregón es aún más desconocida que Antanas.
¿Qué es lo que en realidad encarna Mockus que tiene a todos los políticos de derecha y de izquierda de este país pariendo borugos?

Yo he terminado por creer que Mockus encarna unos valores éticos y democráticos que se han ido desarticulando en nuestra sociedad, en medio de tanta violencia y de tanto desajuste social. De repente valores como la honestidad, la transparencia, la lealtad, el apego a la legalidad, se convierten en temas de campaña y vuelven a tener un significado importante en la agenda pública del país. Mockus, con su autoridad moral, consigue desplazar por primera vez en ocho años la diatriba uribista tan corta en imaginación como en vocablos. Por momentos uno podría pensar que el país está volviendo a sus cabales y que, a pesar de tantas cosas que le han ocurrido, no ha perdido la cordura, ni la fuerza, ni la esperanza.

Mockus, con su mensaje simple y concreto, no solo encarna un decálogo de virtudes éticas que son una rareza en estos tiempos. También encarna a una sociedad hastiada de muchas cosas: de las Farc y de su desdén por la vida humana, pero también de los insaciables políticos corruptos, sean de izquierda, de centro o de derecha; de las alianzas que la clase política ha ido fraguando con la mafia paramilitar concebidas en mala hora con el propósito de capturar los dineros del erario en sus regiones y de los excesos cometidos en estos ocho años de gobierno de Uribe en nombre de la seguridad democrática, de las equivocaciones del Polo y del desgaste del Partido Liberal.

El ascenso de Mockus en las encuestas, así no lo crean los uribistas, demuestra que esta sociedad repudia hasta los tuétanos los ‘falsos positivos’, que no se olvida de la Yidispolítica, y que repudia la forma como el gobierno Uribe utilizó el DAS para perseguir y amenazar a los opositores, a los periodistas críticos y a los magistrados de la Corte que investigan la parapolítica. Con Mockus arriba en las encuestas, se le está diciendo a la clase política que se aferra siempre al poder que para ser político en Colombia no solo se necesita ser un avión sino ser decente, honesto y leal con sus convicciones.

Yo no sé si Mockus va a ser el próximo Presidente de este país. Tampoco si es de izquierda, como dicen los uribistas, o si es de derecha, como lo afirma el Polo. De lo que sí estoy segura es de que es la mejor carta para enfrentar a la clase política tradicional y corrupta que ha gobernado este país. Y a mí eso me basta, así a los uribistas les parezca un imbécil.

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